viernes, 5 de diciembre de 2014

España y lo extranjero. Las posibilidades del andalucismo

Buscando una explicación al miedo del español a lo extranjero.

El hispano ha sido siempre un pueblo temeroso a todo lo que viene de fuera. El hispano de la Edad Media, resultado de la mezcla de distintas razas indoeuropeas, se enfrentó con todas sus fuerzas contra una cultura por entonces superior: el mundo islámico. Los pueblos del norte de España expulsaron a los moros tras 700 años de combates. Ahora, los distintos pueblos de la Península, castellanos, aragoneses, leoneses, galaico-portugueses, catalanes, vascos, especialmente al sur seguían temiendo a moros y judíos, por lo que los hispanos cristianos terminaron expulsándoles de la Península, utilizando el genocidio y la deportación en masa.

El hispano terminó haciéndose español pero siguió siendo temeroso y se parapetó en la fe católica para protegerse de las nuevas ideas europeas. Y alcanzó su mayoría de edad luchando contra Napoleón, luchando al mismo tiempo por las cadenas y por la libertad. España llegó tarde al maquinismo y cuando lo hizo fue a su manera. A España le costó adaptarse a la democracia y fue el último reducto del fascismo. Fue el último estado de Europa occidental en abrazar el europeísmo y, cuando lo ha hecho a gestado una crisis social y nacional que pone en jaque la integridad del Estado español y de la identidad nacional española. Que nadie dude que el auge del soberanismo en España está íntimamente ligado a la crisis del capitalismo europeo, en el que han fracasado tanto el proyecto europeo como el de los estados nacionales. Históricamente, España ha paliado sus miedos de forma ofensiva. Es la España de los Descubrimientos y la España Orientadora Espiritual del Mundo. Pero España, cuando es débil, se resiste a perder su identidad agitándose como la presa al caer en la trampa. El nacionalismo español, cuyo origen coincide con la decadencia española de finales del siglo XVIII y principios del XIX, es la respuesta de la España contemporánea a sus miedos. Como todo nacionalismo, aparece como respuesta a una crisis de identidad o a la suplantación de la identidad propia por una identidad extranjera. Pero el nacionalismo adquiere en el caso español una personalidad cerrada, que expresa con su prepotencia una falsa superioridad. Así, el españolismo es fundamentalmente prepotente en tanto que tiende a tapar sus vergüenzas creyéndose superior al diferente.

De la disgregación del Estado español salen nuevas naciones y del miedo a la destrucción del Estado nace el nacionalismo español. Un mundo nuevo que no nace y un mundo viejo que no quiere morir, en medio los monstruos engalanados de banderas españolas, entre el antimodernismo fascista y católico de José Antonio y el católico y militar de Franco hasta el republicanismo progresista pequeñoburgués, pasando por el liberalismo español, conservador, católico y con un barniz de europeísmo taurino.

De España por ahora pocas cosas buenas podemos esperar, al igual que de Europa, pues son proyectos abocados al fracaso. Los andaluces bien haríamos en imitar a los catalanes y buscar nuestro propio camino y tal vez mañanas volvamos a encontrarnos y hablaremos de otra España.

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